Paulatinamente se van conjugando la relación terapéutica y el trabajo con las técnicas, el tiempo y la atención que tú dedicas fuera de terapia a tus temas. Y es así donde los cambios, el crecimiento o la evolución se vuelven tangibles. 

Los cambios

Poco a poco vas transformando eso que sientes y piensas y, en consecuencia, la realidad que percibes. Va cambiando la calidad de tu relación contigo mism@, con quienes te rodeas y con tu entorno, eventualmente eres capaz de seguir adelante con aprendizajes, un mayor  autoconocimiento y dejando los problemas en el pasado.

Los aprendizajes pueden ser de muchas maneras: desde la conciencia de un cuidado o una atención distinta que necesitamos darnos (por ejemplo, que necesitamos dormir más tiempo, ¡o menos!), hasta la aceptación y confrontación de que las relaciones que sostenemos ya no son saludables, nutritivas o recíprocas. Esto no sucede solamente experimentando las técnicas, sino gracias a un proceso de asimilación, es decir,  sucede en el tiempo y el espacio que también generamos para que puedas digerir los aprendizajes.

Son estas etapas de autoconocimiento, asimilación  y transformación (o cambio) lo que considero el proceso terapéutico. Desde el punto de vista holístico, integral o evolutivo, sanar es recuperar nuestra capacidad de imaginar y dejar en el pasado el miedo, la tristeza, el enojo y las historias que pertenecen al pasado (lo que Bárbara Brennan llama (tiempo psíquico congelado). Madurar o evolucionar implica atravesar un proceso de transformación mientras nos liberamos de las historias que te cuentas, de las etiquetas con las que te defines, abriéndote paso hacia una vida con más posibilidades, más plena, sana, amorosa, y consciente, en donde pones en acción y te vuelves la expresión de tu potencial como ser humano.

Desde el punto de vista de la psicoterapia existencial-humanista, el ejercicio de describir las vivencias del/de la consultante, recibiéndolas con la menor cantidad de prejuicios posibles, tomando en cuenta la subjetividad del relato, y dando el mismo valor a todos los factores y el ejercicio de sostener la angustia, promueven un espacio de transformación. 

¿Cómo se refleja el impacto de la terapia en el día a día?

La lista de posibilidades es amplia, pero aquí enlisto algunas señales básicas:

  • Mayor capacidad de introspección y reflexión.
  • Mayor conciencia de las emociones y los sentimientos, y un lenguaje más amplio para comunicarlo.
  • Mayor tolerancia a la frustración, mayor paciencia.
  • Mayor capacidad de auto observación.
  • Mayor conciencia de las sensaciones físicas
  • Mayor capacidad de gestionar el malestar: menor tiempo de respuesta o accionamiento entre una molestia y la búsqueda de una solución.
  • Mayor empatía.
  • Mejora en las habilidades de comunicación y escucha.
  • Facilidad para comunicar límites: decir lo que te gusta, lo que quieres y lo que no.
  • Mayor asimilación de la crítica constructiva.
  • Mayor contacto con la naturaleza 
  • Mayor conciencia de las consecuencias de las acciones propias en los otros y de las acciones de otros en tu experiencia.
  • Mayor aceptación a los límites propios, menos fantasía sobre lo que pretendes ser.
  • Capacidad de gestión de la ansiedad, de detectar y atender tus necesidades.
  • Menor impulsividad orientada a controlar, menor urgencia por entender. Mayor capacidad de aceptar una situación compleja o indefinida.
  • Mayor capacidad de tolerar la incertidumbre.
  • Mayor contacto con tu intuición e instinto.

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